La coliflor es antigua, se cultivaba en Oriente próximo hace miles de años, pero no se consumía como alimento, sino que servía como remedio para el dolor de cabeza o la diarrea. Sería hacia el siglo XVI cuando, al llegar a Francia, se empezaría a usar como alimento. Un siglo después la coliflor ya se cultivaba en la mayor parte de Europa, y no sería hasta el siglo XVIII cuando llegaría a España.
El principal componente de la coliflor es el agua. Si a esto le sumamos su bajo contenido en hidratos de carbono, proteínas y grasas, estamos hablando de un alimento de escaso aporte calórico. La coliflor es una buena fuente de fibra, y también de vitaminas y minerales. Destaca la presencia de vitamina B1, B2, B3, B6 y C. En cuanto a su contenido en minerales, la coliflor un alimento rico en potasio, fósforo y ácido fólico. También contiene, en menor cantidad, hierro, magnesio y calcio.
Destaca de la coliflor su alto contenido en folatos, que participan en la producción de glóbulos rojos y blancos, en la síntesis de material genético y en la formación de anticuerpos del sistema inmunológico.
Además, en los últimos años se ha descubierto que la coliflor contiene un alto nivel de elementos fitoquímicos, lo que contribuye a prevenir algunas enfermedades degenerativas y estimula el sistema inmunológico, debido a su capacidad antioxidante.
La coliflor resulta beneficiosa en casos de hipertensión, favorece la eliminación del exceso de líquidos del organismo, tiene propiedades laxantes, es idónea en dietas de control de peso, posee acción diurética, es un antioxidante natural, ayuda a la prevención de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, por su contenidos en folatos la coliflor es una verdura a tener en cuenta en la dieta de la mujer embarazada, y además contribuye a reducir las tasas de colesterol en sangre y al buen control de la glucemia en personas que tienen diabetes.