Nuestro cuerpo es atacado constantemente por los “radicales libres”, átomos responsables del deterioro físico y mental que acompaña el envejecimiento. Esta variedad de átomo, oxida y destruye las células del organismo, del mismo modo que el óxido corroe el metal.
La acumulación de radicales libres en nuestro cuerpo tiene varias causas: polución del aire, rayos X, radiación ultravioleta, estrés y, sobre todo, nuestra alimentación. La dieta occidental, compuesta principalmente de: carnes de todas clases, fiambres, embutidos, hamburguesas, alimentos envasados, condimentos fuertes, alcohol, gaseosas, conservantes, colorantes y otros aditivos o sustancias químicas que se agregan a los alimentos para conservarlos o hacerlos más atractivos; intoxica, acidifica y altera químicamente el organismo.
Sin embargo, existen ciertos alimentos que contienen sustancias capaces de neutralizar, prevenir e interrumpir el daño que ocasionan los radicales libres. Así, los “antioxidantes” se combinan con estos átomos y los convierten en sustancias químicas inofensivas que luego son eliminadas del organismo. Los principales son:
Vitamina E (tocoferol)
Es liposoluble, por lo tanto, puede almacenarse en el organismo. Contrarresta la acción de los radicales libres que se forman cuando se consumen grasas, de manera que, cuando más grasas se consumen, más vitamina E se necesita.
No se encuentra en los alimentos enlatados y suele destruirse por congelamiento, por ello, deben preferirse los alimentos frescos, de estación, que son su mejor fuente.
- Germen de trigo
- cereales integrales y sus derivados (fideos, harinas, pan),
- frutas secas oleaginosas (nueces, almendras, etc.),
- leguminosas (porotos, garbanzos, lentejas, etc.),
- hojas verdes crudas y cocidas, repollo, brócoli,
- huevo,
- leche y derivados lácteos,
- aceites vegetales (especialmente oliva de 1° presión)
- semillas de sésamo.
Vitamina C (ácido ascórbico)
Actúa en forma combinada con la vitamina E. Es hidrosoluble, por lo tanto, no puede almacenarse en el organismo y es necesario reponerla con los alimentos que ingerimos diariamente. Es inestable en presencia del calor y el oxigeno, por lo que se aconseja consumir los alimentos ricos en ella, crudos o al vapor.
Este poderoso antioxidante contribuye a la curación más rápida de las lesiones deportivas y de las enfermedades en general.
- frutas cítricas (naranja, mandarina, limón, pomelo, etc.),
- kiwi,
- tomate,
- hojas verdes para ensalada (lechuga, rúcula, achicoria, etc.),
- brócoli, repollo.
Betacaroteno
Suele denominarse “provitamina A” ya que, en caso de ser necesario, el organismo lo transforma en vitamina A. Este antioxidante protege contra el daño de la contaminación del aire y reduce el riesgo de padecer cáncer de pulmón. No se destruye con la cocción, y es liposoluble, por lo tanto, el cuerpo puede almacenarlo.
Si se consumen grandes cantidades de betacaroteno éstas pasan a la sangre y producen carotinemia (pigmentación amarilla de la piel), que se corrige fácilmente moderando su ingesta; en cambio, el exceso de vitamina A sintética puede ocasionar serios daños al hígado y a los nervios, poniendo en peligro la vida si se consume en exceso.
Casi siempre son de color amarillo, anaranjado o verde oscuro:
- zanahoria,
- tomate,
- calabaza,
- bróculi,
- algas marinas,
- hojas verdes en general.
Vitamina B1 (tiamina)
Es esencial para la liberación y suministro de energía; previene la fatiga, pues, al aumentar la resistencia física, disminuye el cansancio.
Interviene en el metabolismo de proteínas, grasas y, principalmente, hidratos de carbono (almidones y azúcares). Con esta vitamina se queman completamente los hidratos de carbono, dejando como producto final, agua y anhídrido carbónico, residuos que el organismo elimina con facilidad. Aunque no se destruye con la cocción, conviene cocinar al vapor y evitar el cocimiento prolongado.
- Ensaladas y frutas crudas,
- cereales integrales (la contienen en el germen),
- levadura de cerveza,
- frutas secas oleaginosas.
Vitamina B5 (ácido pantoténico)
Desempeña un papel importante en la producción de energía y de calor, permitiendo que el organismo actúe eficazmente en días fríos y ventosos. Además, ayuda a prevenir el estrés.
- Ensaladas y frutas crudas en general,
- cereales integrales,
- levadura de cerveza,
- salvado de trigo y avena.
Vitamina B6 (piridoxina)
Interviene en el proceso de transformación en energía del glucógeno almacenado en los músculos. Participa en el metabolismo proteico y favorece la relajación de los nervios.
- Verduras de hoja ( lechuga, achicoria, repollo, espinaca, acelga, etc.),
- cereales integrales,
- leguminosas,
- plátano,
- salvado de trigo y de avena,
- frutas crudas
Vitamina H1 (ácido paraaminobenzoico)
Protege las membranas de las células, inclusive las de los glóbulos rojos. del daño que causan los radicales libres. Junto con la vitamina B6, previene la anemia. Este ácido resguarda al organismo del daño que puede ocasionar la contaminación del aire.
- Cereales integrales,
- verduras de hoja en general,
- leguminosas,
- patatas
Selenio
Es un mineral que el cuerpo necesita en poca cantidad. Completa la acción de la vitamina E, y ayuda a las células corporales a destruir bacterias nocivas. El selenio contenido en los alimentos está en relación con la cantidad de este mineral que haya tenido el terreno donde fueron cultivados.
Además, se debe considerar que el exceso de selenio obtenido por medios químicos es tóxico, y como el organismo necesita cantidades microscópicas, no es aconsejable su utilización.
- Cereales integrales,
- germen de trigo,
- ensaladas y frutas crudas
- cebolla,
- ajo,
- levadura de cerveza.
Zinc
Junto con el hierro, es uno de los minerales más difundido en el organismo. Forma parte de los glóbulos rojos, la insulina y de numerosas enzimas. Favorece el crecimiento muscular y previene el cansancio. Actúa sobre la glándula timo, encargada de regular el sistema inmunitario. A medida que envejecemos, esta glándula se vuelve más rudimentaria e inactiva, disminuyendo la producción de hormonas; lo cual puede evitarse con un aporte suficiente de zinc.
- Germen de trigo,
- avena y centeno;
- cereales integrales (lo contienen en el germen),
- leche y sus derivados,
- huevo,
- hojas verdes (lechuga, espinaca, perejil),
- repollo,
- nabo,
- remolacha (bulbo y hojas),
- coliflor,
- brocoli,
- nueces,
- frutas cítricas,
- frambuesa,
- higos frescos y desecados.
Todos los antioxidantes que nuestro cuerpo necesita para defenderse de los radicales libres están a nuestra disposición en la naturaleza. Por eso, para poder disponer de las energías necesarias para una vida activa y evitar las enfermedades cardiovasculares, artríticas, reumáticas y otras afecciones llamadas “de la vejez”, es preciso adoptar en forma definitiva un sistema de alimentación y vida sana, el cual contiene todos los antioxidantes, vitaminas, minerales, enzimas y otras sustancias vivas y vitalizantes que necesitamos para que nuestro desempeñe normalmente todas sus funciones. La alimentación común, que incluye arroz blanco, harina blanca y sus derivados, azúcar blanco y otros refinados, como así también poco o nada de alimentos crudos, no aporta la cantidad de sustancias vitales necesarias para una vida saludable y activa.